
El mercado ofrece diferentes soluciones para disimular el paso del tiempo, o para ajustarse a los ideales de belleza sociales. Debido a esto, las cirugías estéticas están a la orden del día.
Se llama dismorfofobia a la preocupación excesiva por algún defecto físico. Dicha preocupación le causa un gran malestar a la persona y puede afectar diferentes áreas de su vida.
Las adictas al bisturí una y otra vez se someten a intervenciones quirúrgicas y por más transformaciones que se realicen no logran la “perfección” anhelada.
Esta compulsión a someterse al bisturí, devela que se tramita vía el cuerpo algo de otro orden. Y … no es suficiente, porque siguen operándose. Un conflicto psíquico, no alcanza un proceso de pensamiento superior y se juega en el cuerpo, intentando modificarlo. Se intenta modificar afuera, lo que en realidad, estaría mal internamente. Existe la creencia que si cambian algo del aspecto exterior van a estar mejor anímicamente… y esto no siempre funciona.
Lo que devela la adicción al bisturí en estos cuadros, a grandes rasgos, es cierta carencia en el amor propio de estas personas, en la autopreservación, en el registro de los límites, y puede muchas veces alcanzar cierto grado de distorsión de la realidad, lo cual nos haría pensar en cuadros psicopatológicos graves.
Toda práctica quirúrgica conlleva un riesgo y no debe ser tomada como un simple trámite. Es muy importante que el médico sepa distinguir y poder hacer la derivación pertinente cuando se cometen dichos excesos